martes, 6 de octubre de 2009

RETRATOS DE UN AMOR SIN TIEMPO




Hay amores que duran toda la vida. Por eso, este romance, de apenas 11 años y casi un mes, tiene su lógica de atravesar el tiempo. Un goleador, un club. De ellos se trata, de Bernardo Romeo y de San Lorenzo. Ni él habrá tomado nota, ni el Ciclón lo habrá tenido en cuenta en aquellos pocos minutos que ingresó el 15 de noviembre de 1998, cuando fue partícipe, casi sin darse cuenta, en una derrota por 3 a 2 contra Gimnasia. ¿Qué habrá pasado por el cuerpo de aquel joven campeón del mundo juvenil, meses después de su salida confusa de Estudiantes ?su viejo amor? y luego de firmar un préstamo de apenas 100.000 dólares, con una opción de compra de 1.800.000? Jamás se imaginó, seguro, que esta historia se sellaría casi con fuerza de ídolo. Si aún se escucha la melodía con su nombre en la tarde del Bajo Flores, minutos después de su cabezazo vital frente a River.
Romeo es ídolo, aunque a Bernardo le cueste creerlo. Si no era tenido en cuenta por el Coco Basile, el entrenador de entonces, como siempre admirador de los valores con experiencia. No jugaba mucho Bernie, el hincha lo observaba de lejos. Hasta que llegó Oscar Ruggeri. Y con él, aquel equipo de los pibes. Con jóvenes de la casa, entre los que surgieron Romagnoli, Erviti, Estévez, Guillermo Franco y tantos otros. Allí se sintió importante. Allí empezó a enamorarse del gol. Buenas campañas locales, cachetazos internacionales, crisis económica y política con el presidente Fernando Miele como imagen visible. Hasta que la apuesta por Manuel Pellegrini resultó un éxito esencial.
Campeón del Clausura 2001 con 15 tantos de Bernie: aquí se consagra en el fútbol doméstico y atrapa corazones incrédulos. De irresistible olfato goleador, más inteligente que hábil, más incisivo que vistoso, cada vez que besó esa camiseta lo hizo con genuino cariño. Siempre sintió esta camiseta. Por eso le dolió tanto perderse la segunda final de la Copa Mercosur 2001 frente a Flamengo, la primera vuelta olímpica internacional del Ciclón, ya que debió partir volando a Hamburgo, su nueva casa. Por la crisis de nuestro país, ese cotejo se postergó al 24 de enero de 2002 y el artillero del certamen ?con diez tantos? lo vio por TV. A la distancia. Lloró a cientos de miles de kilómetros. La transferencia resultó en US$ 5 millones. Como Romeo se convertiría en jugador libre en breve, donó 2 millones para el club, envuelto en crisis. Dicen que se los dio, en mano, al flamante vicepresidente Rafael Savino, el hombre que lo buscaría seis años después.
En Hamburgo cumplió. En Mallorca y Osasuna ya comenzó a extrañar el aroma del Nuevo Gasómetro. Hasta que volvió en julio de 2007, días después del título de Ramón, a cambio de 600 mil dólares por una temporada. El DT, la verdad, no lo quería. Pero Bernie la luchó: cada vez que entró, el público tomó partido. Por él, claro. Como siempre. Sufrió en silencio, tiempo después, ya con Miguel Russo, esa extraña lumbalgia que casi lo hace largar todo. Seis meses sin jugar. Sin goles. Sin acción. Cuando regresó, volvió con el gol en la sangre y el corazón teñido de Ciclón. Y fue el mismo amor.




GENTILEZA DE LA NACION

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